viernes, 8 de agosto de 2014

Hernán Robleto

Escritor nicaragüense. Nació en Camoapa, Boaco el 17 de octubre de 1892 y murió en México, 1968. Fundador de El imparcial, Novedades y La flecha. En 1912 fundó la revista literaria 'Nicario' y fue director de 'Nicaragua informativa'.

Luchó contra los conservadores en 1910 y contra la intervención norteamericana en 1912. Además fue cónsul de Nicaragua en México, en 1934. Fue subdirector del Ministerio de Instrucción Pública en 1937 y Ministro del Distrito Nacional de 1939 -1940. En 1966 obtuvo el Premio Rubén Darío con Sangre del Trópico.

Participó en Masaya en los eventos de 1912. Elaboró un libro sobre la intervención, guerra, incendio, además conocedor de los últimos momentos en vida del general Benjamín Zeledón; así mismo, coparticiparon a pesar de la diferencia de edad, en 1926 - 1927, en la Revolución Constitucionalista. Se vuelven a encontrar al cofundar ambos el PLI, compartiendo penurias, persecución y cárcel, fue exiliado en México.


Hernán Robleto, al igual que otro prohombre, el Dr. Enrique Lacayo Farfán, saborearon el ácido del dorado exilio, falleciendo ambos lejos de su añorada Patria.

'Sangre en el trópico' es la primera novela nicaragüense en alcanzar cierta popularidad y cierta distribución internacional. Antes de ella, ninguna novela nicaragüense había gozado de reseñas en periódicos extranjeros como lo logró este texto de Hernán Robleto.

Por lo tanto es posible afirmar que 'Sangre en el trópico' es nuestra primera novela de aventuras y la primera novela que retrata una problemática nicaragüense con interés de trascender el ámbito de lo regional y lo costumbrista. 'Sangre en el trópico' es una novela de aventura y de reconquista de Nicaragua 'tan pequeñita y tan dulce', una aventura temeraria y exitosa por liberar al país de yugo opresor que 'Nace del alma, como esa voluntad que los empuja a morir por la libertad de Nicaragua'.

Entre sus obras destacan:
Primavera en el hospital (1923),
Sangre en el trópico, (1930)
El imperialismo yanki en Nicaragua (1933),
La mascota de Pancho Villa, (1934)
Obregón, Toral, la madre Conchita, (1935)
Una mujer en la selva, (1936),
Cuentos de perros (1943),
Don Otto y la niña Margarita (1944),
Brújulas fijas (1961)
Y se hizo la luz (1966).

Nereyda Sánchez

Carlos Ampie Loria

Nació en 1961, hijo de Edelma de Jesús Loría Romano y José Alejandro Ampié Potosme, segundo de siete hermanos. Pasó su infancia y adolescencia en Managua, Chichigalpa y León. Cursó la primaria en la escuela “José Ramón Sevilla” de Chichigalpa”. Parte de la secundaria en el Colegio “San Luis Gonzaga” de la misma ciudad y se bachilleró en el Instituto Nacional Central “Ramírez Goyena”, en Managua. En 1980 participó en la gran Cruzada Nacional de alfabetización.

jueves, 7 de agosto de 2014

Alfonso Cortés

Almas sucías
Abro para el silencio la inercia de la fluida
distancia, que no vemos, entre una y otra vida
y tras la cual las cosas que miramos, observan...
Yo elevaré las vastas esencias que conservan
su secreto de sueños dentro del pecho enorme,
que dentro de mí tienen una idea conforme,
y uniré los detalles de forma, luz y acento
que unifica la pálida lejanía del viento;
porque bajo, entre y sobre los cielos, la distancia
de que os hablo es la Idea que pone la fragancia
de unidas relaciones sutiles, como losas.
¡Un silencio, una inercia del alma de las cosas!
Ángelus
El cruel ángelus inconsciente,
levántase entre el ataúd
de lo infinito, en el poniente
de una epicúrea lasitud;
y en los tejados de las almas
mayan los ruidos de la tierra,
y, en la locura de sus calmas,
la Hora, triste de espacios, yerra.
Y, fatigados, los reflejos
que, con las nubes, huyen, huyen,
el uno al otro, tantos viejos
sueños solares, se destruyen,
danzando sobre la aburrida
fluidez del cielo, que se acedia,
y el compás tiene su medida
en el muerto tiempo que media
entre un reflejo que se hunde
y otro reflejo que aparece,
cuya inconciencia se confunde
en el deleite que adormece
los correspondientes olvidos
de Fuegos, de Almas y de Vientos
que halagan todos los sentidos
y ruedan en los pensamientos
de Dios, en tanto que las almas
mayan los ruidos de la tierra,
y, en la locura de sus calmas,
la Hora, triste de espacio, yerra..
Cuadro
El pajarito, cuyas alas eran caricias,
que tiraba el carrito del divino Flechero
y que me trajo a diario manojos de delicias
que dejaba a mi cuarto, ha vuelto ahora, pero
fatigado ha caído junto a mí; alcé los ojos
y vi sus alas rotas, el pecho desplumado,
y en el carrito, dulces y muertos, los despojos
del niño, y el cadáver de una serpiente al lado..
[n el sendero
Cuando el rebaño va en la senda,
mueve una música trivial
de piedrecitas, en la tienda
que le hacen los ramajes, y, al
son de esa música, se empina
el alma en los claros floridos
de la esperanza, y la divina
fiesta de mis cinco sentidos
se junta a ti, bajo las ansias
del viento; voluble cáliz
danzando sobre las fragancias
tristes de la carne feliz.
Vuelve hacia mi tu rostro, para
que pueda ver desalterado
mi perro (cual si meditara
con las orejas) a mi lado.
— 42 —
¡Y dame pláticas sabrosas
mientras que de pensar no dejes
que sea nueva el alma de las cosas,
mientras las cosas ya están viejas!
Desde La ordia
El sol enreda sus cabellos en los tilos
del parque, y los enfría en el agua de la taza
en que se ven soñar los viejos peristilos
de cobre; entre las ramas, rápidamente, pasa
un pájaro, y se acerca desde la torre una hora;
desde la orilla verde un cisne a la Onda baja,
y, viniendo a pedirnos pan, en su blanca prora
los ensueños del agua, con el pico, se encaja.

Rubén Darío

CARACOL
A Antonio Machado
En la playa he encontrado un caracol de oro
macizo y recamado de las perlas más finas;
Europa le ha tocado con sus manos divinas
cuando cruzó las ondas sobre el celeste toro.
He llevado a mis labios el caracol sonoro
y he suscitado el eco de las dianas marinas,
le acerqué a mis oídos y las azules minas
me han contado en voz baja su secreto tesoro.
Así la sal me llega de los vientos amargos
que en sus hinchadas velas sintió la nave Argos
cuando amaron los astros el sueño de Jasón;
y oigo un rumor de olas y un incógnito acento
y un profundo oleaje y un misterioso viento...
(El caracol la forma tiene de un corazón.)

autógrafo
Rubén Darío, 1903
Cantos de vida y esperanza
              I

A J. Enrique Rodó.
Yo soy aquel que ayer no más decía
el verso azul y la canción profana,
en cuya noche un ruiseñor había
que era alondra de luz por la mañana.
El dueño fui de mi jardín de sueño,
lleno de rosas y de cisnes vagos;
el dueño de las tórtolas, el dueño
de góndolas y liras en los lagos;
y muy siglo diez y ocho y muy antiguo
y muy moderno; audaz, cosmopolita;
con Hugo fuerte y con Verlaine ambiguo,
y una sed de ilusiones infinita.
Yo supe de dolor desde mi infancia,
mi juventud.... ¿fue juventud la mía?
Sus rosas aún me dejan su fragancia...
una fragancia de melancolía...
Potro sin freno se lanzó mi instinto,
mi juventud montó potro sin freno;
iba embriagada y con puñal al cinto;
si no cayó, fue porque Dios es bueno.
En mi jardín se vio una estatua bella;
se juzgó mármol y era carne viva;
una alma joven habitaba en ella,
sentimental, sensible, sensitiva.
Y tímida ante el mundo, de manera
que encerrada en silencio no salía,
sino cuando en la dulce primavera
era la hora de la melodía...
Hora de ocaso y de discreto beso;
hora crepuscular y de retiro;
hora de madrigal y de embeleso,
de «te adoro», y de «¡ay!» y de suspiro.
Y entonces era la dulzaina un juego
de misteriosas gamas cristalinas,
un renovar de gotas del Pan griego
y un desgranar de músicas latinas.
Con aire tal y con ardor tan vivo,
que a la estatua nacían de repente
en el muslo viril patas de chivo
y dos cuernos de sátiro en la frente.
Como la Galatea gongorina
me encantó la marquesa verleniana,
y así juntaba a la pasión divina
una sensual hiperestesia humana;
todo ansia, todo ardor, sensación pura
y vigor natural; y sin falsía,
y sin comedia y sin literatura...:
si hay un alma sincera, esa es la mía.
La torre de marfil tentó mi anhelo;
quise encerrarme dentro de mí mismo,
y tuve hambre de espacio y sed de cielo
desde las sombras de mi propio abismo.
Como la esponja que la sal satura
en el jugo del mar, fue el dulce y tierno
corazón mío, henchido de amargura
por el mundo, la carne y el infierno.
Mas, por gracia de Dios, en mi conciencia
el Bien supo elegir la mejor parte;
y si hubo áspera hiel en mi existencia,
melificó toda acritud el Arte.
Mi intelecto libré de pensar bajo,
bañó el agua castalia el alma mía,
peregrinó mi corazón y trajo
de la sagrada selva la armonía.
¡Oh, la selva sagrada! ¡Oh, la profunda
emanación del corazón divino
de la sagrada selva! ¡Oh, la fecunda
fuente cuya virtud vence al destino!
Bosque ideal que lo real complica,
allí el cuerpo arde y vive y Psiquis vuela;
mientras abajo el sátiro fornica,
ebria de azul deslíe Filomela.
Perla de ensueño y música amorosa
en la cúpula en flor del laurel verde,
Hipsipila sutil liba en la rosa,
y la boca del fauno el pezón muerde.
Allí va el dios en celo tras la hembra,
y la caña de Pan se alza del lodo;
la eterna vida sus semillas siembra,
y brota la armonía del gran Todo.
El alma que entra allí debe ir desnuda,
temblando de deseo y fiebre santa,
sobre cardo heridor y espina aguda:
así sueña, así vibra y así canta.
Vida, luz y verdad, tal triple llama
produce la interior llama infinita.
El Arte puro como Cristo exclama:
Ego sum lux et veritas et vita!
Y la vida es misterio, la luz ciega
y la verdad inaccesible asombra;
la adusta perfección jamás se entrega,
y el secreto ideal duerme en la sombra.
Por eso ser sincero es ser potente;
de desnuda que está, brilla la estrella;
el agua dice el alma de la fuente
en la voz de cristal que fluye de ella.
Tal fue mi intento, hacer del alma pura
mía, una estrella, una fuente sonora,
con el horror de la literatura
y loco de crepúsculo y de aurora.
Del crepúsculo azul que da la pauta
que los celestes éxtasis inspira,
bruma y tono menor —¡toda la flauta!,
y Aurora, hija del Sol— ¡toda la lira!
Pasó una piedra que lanzó una honda;
pasó una flecha que aguzó un violento.
La piedra de la honda fue a la onda,
y la flecha del odio fuese al viento.
La virtud está en ser tranquilo y fuerte;
con el fuego interior todo se abrasa;
se triunfa del rencor y de la muerte,
y hacia Belén... ¡la caravana pasa!

autógrafo
Rubén Darío, 1904
  DE INVIERNO
En invernales horas, mirad a Carolina.
Medio apelotonada, descansa en el sillón,
envuelta con su abrigo de marta cibelina
y no lejos del fuego que brilla en el salón.
El fino angora blanco junto a ella se reclina,
rozando con su hocico la falda de Aleçón,
no lejos de las jarras de porcelana china
que medio oculta un biombo de seda del Japón.
Con sus sutiles filtros la invade un dulce sueño:
entro, sin hacer ruido: dejo mi abrigo gris;
voy a besar su rostro, rosado y halagüeño
como una rosa roja que fuera flor de lis.
Abre los ojos; mírame con su mirar risueño,
y en tanto cae la nieve del cielo de París.

autógrafo
Rubén Darío, 1887

¡El himno, nobles ancianos!
¡El himno, varones robustos!
Pueriles coros escolares,
¡el himno! Llevad en las manos
palmas, coronad los bustos
de los patricios; a millares
dad flores a los monumentos.
El himno en los instrumentos
de armónicas bandas bélicas
que animan las fiestas pacíficas.
El himno en las bocas angélicas
de las gallardas mujeres,
de las matronas prolíficas,
de las parecidas a Ceres,
de las a Diana asemejadas,
las esposas y las amadas.
El himno en la egregia ciudad
y en el inmenso imperio agrario
anuncie el victorioso día,
y vierta su sonoridad
como una copa de armonía
en la fiesta del Centenario.

autógrafo
Rubén Darío
 EL CANTO ERRANTE
El cantor va por todo el mundo
sonriente o meditabundo.
El cantor va sobre la tierra
en blanca paz o en roja guerra.
Sobre el lomo del elefante
por la enorme India alucinante.
En palanquín y en seda fina
por el corazón de la China;
en automóvil en Lutecia;
en negra góndola en Venecia;
sobre las pampas y los llanos
en los potros americanos;
por el río va en la canoa,
o se le ve sobre la proa
de un steamer sobre el vasto mar,
o en un vagón de sleeping-car.
El dromedario del desierto,
barco vivo, le lleva a un puerto.
Sobre el raudo trineo trepa
en la blancura de la estepa.
O en el silencio de cristal
que ama la aurora boreal.
El cantor va a pie por los prados,
entre las siembras y ganados.
Y entra en su Londres en el tren,
y en asno a su Jerusalén.
Con estafetas y con malas,
va el cantor por la humanidad.
En canto vuela, con sus alas:
Armonía y Eternidad.

autógrafo
Rubén Darío
 MEDALLONES - III
    WALT WHITMAN
En su país de hierro vive el gran viejo,
bello como un patriarca, sereno y santo.
Tiene en la arruga olímpica de su entrecejo
algo que impera y vence con noble encanto.
Su alma del infinito parece espejo;
son sus cansados hombros dignos del manto;
y con arpa labrada de un roble añejo
como un profeta nuevo canta su canto.
Sacerdote, que alienta soplo divino,
anuncia en el futuro, tiempo mejor.
Dice el águila: «¡Vuela!», «¡Boga!», al marino,
y «¡Trabaja!», al robusto trabajador.
¡Así va ese poeta por su camino
con su soberbio rostro de emperador!

autógrafo
Rubén Darío, 1890
 LOS MOTIVOS DEL LOBO
El varón que tiene corazón de lis,
alma de querube, lengua celestial,
el mínimo y dulce Francisco de Asís,
está con un rudo y torvo animal,
bestia temerosa, de sangre y de robo,
las fauces de furia, los ojos de mal:
el lobo de Gubbia, el terrible lobo,
rabioso, ha asolado los alrededores;
cruel ha deshecho todos los rebaños;
devoró corderos, devoró pastores,
y son incontables sus muertes y daños.
Fuertes cazadores armados de hierros
fueron destrozados. Los duros colmillos
dieron cuenta de los más bravos perros,
como de cabritos y de corderillos.
Francisco salió:
al lobo buscó
en su madriguera.
Cerca de la cueva encontró a la fiera
enorme, que al verle se lanzó feroz
contra él. Francisco, con su dulce voz,
alzando la mano,
al lobo furioso dijo: —¡Paz, hermano
lobo!
El animal

contempló al varón de tosco sayal;
dejó su aire arisco,
cerró las abiertas fauces agresivas,
y dijo: —¡Está bien, hermano Francisco!
¡Cómo!
—exclamó el santo—. ¿Es ley que tú vivas
de horror y de muerte?
¿La sangre que vierte
tu hocico diabólico, el duelo y espanto
que esparces, el llanto
de los campesinos, el grito, el dolor
de tanta criatura de Nuestro Señor,
no han de contener tu encono infernal?
¿Vienes del infierno?
¿Te ha infundido acaso su rencor eterno
Luzbel o Belial?

Y el gran lobo, humilde: —¡Es duro el invierno,
y es horrible el hambre! En el bosque helado
no hallé qué comer; y busqué el ganado,
y en veces comí ganado y pastor.
¿La sangre? Yo vi más de un cazador
sobre su caballo, llevando el azor
al puño; o correr tras el jabalí,
el oso o el ciervo; y a más de uno vi
mancharse de sangre, herir, torturar,
de las roncas trompas al sordo clamor,
a los animales de Nuestro Señor.
Y no era por hambre, que iban a cazar.

Francisco responde: —En el hombre existe
mala levadura.
Cuando nace viene con pecado. Es triste.
Mas el alma simple de la bestia es pura.
Tú vas a tener
desde hoy qué comer.
Dejarás en paz
rebaños y gente en este país.
¡Que Dios melifique tu ser montaraz!
—Está bien, hermano Francisco de Asís.
—Ante el Señor, que todo ata y desata,
en fe de promesa tiéndeme la pata.

El lobo tendió la pata al hermano
de Asís, que a su vez le alargó la mano.
Fueron a la aldea. La gente veía
y lo que miraba casi no creía.
Tras el religioso iba el lobo fiero,
y, baja la testa, quieto le seguía
como un can de casa, o como un cordero.
Francisco llamó la gente a la plaza
y allí predicó.
Y dijo: —He aquí una amable caza.
El hermano lobo se viene conmigo;
me juró no ser ya vuestro enemigo,
y no repetir su ataque sangriento.
Vosotros, en cambio, daréis su alimento
a la pobre bestia de Dios. —¡Así sea!,

contestó la gente toda de la aldea.
Y luego, en señal
de contentamiento,
movió testa y cola el buen animal,
y entró con Francisco de Asís al convento.
      *
Algún tiempo estuvo el lobo tranquilo
en el santo asilo.
Sus bastas orejas los salmos oían
y los claros ojos se le humedecían.
Aprendió mil gracias y hacía mil juegos
cuando a la cocina iba con los legos.
Y cuando Francisco su oración hacía,
el lobo las pobres sandalias lamía.
Salía a la calle,
iba por el monte, descendía al valle,
entraba en las casas y le daban algo
de comer. Mirábanle como a un manso galgo.
Un día, Francisco se ausentó. Y el lobo
dulce, el lobo manso y bueno, el lobo probo,
desapareció, tornó a la montaña,
y recomenzaron su aullido y su saña.
Otra vez sintióse el temor, la alarma,
entre los vecinos y entre los pastores;
colmaba el espanto los alrededores,
de nada servían el valor y el arma,
pues la bestia fiera
no dio treguas a su furor jamás,
como si tuviera
fuegos de Moloch y de Satanás.
Cuando volvió al pueblo el divino santo,
todos lo buscaron con quejas y llanto,
y con mil querellas dieron testimonio
de lo que sufrían y perdían tanto
por aquel infame lobo del demonio.
Francisco de Asís se puso severo.
Se fue a la montaña
a buscar al falso lobo carnicero.
Y junto a su cueva halló a la alimaña.
En nombre del Padre del sacro universo,
conjúrote
—dijo—, ¡oh lobo perverso!,
a que me respondas: ¿Por qué has vuelto al mal?
Contesta. Te escucho.

Como en sorda lucha, habló el animal,
la boca espumosa y el ojo fatal:
Hermano Francisco, no te acerques mucho...
Yo estaba tranquilo allá en el convento;
al pueblo salía,
y si algo me daban estaba contento
y manso comía.
Mas empecé a ver que en todas las casas
estaban la Envidia, la Saña, la Ira,
y en todos los rostros ardían las brasas
de odio, de lujuria, de infamia y mentira.
Hermanos a hermanos hacían la guerra,
perdían los débiles, ganaban los malos,
hembra y macho eran como perro y perra,
y un buen día todos me dieron de palos.
Me vieron humilde, lamía las manos
y los pies. Seguía tus sagradas leyes,
todas las criaturas eran mis hermanos:
los hermanos hombres, los hermanos bueyes,
hermanas estrellas y hermanos gusanos.
Y así, me apalearon y me echaron fuera.
Y su risa fue como un agua hirviente,
y entre mis entrañas revivió la fiera,
y me sentí lobo malo de repente;
mas siempre mejor que esa mala gente.
y recomencé a luchar aquí,
a me defender y a me alimentar.
Como el oso hace, como el jabalí,
que para vivir tienen que matar.
Déjame en el monte, déjame en el risco,
déjame existir en mi libertad,
vete a tu convento, hermano Francisco,
sigue tu camino y tu santidad.

El santo de Asís no le dijo nada.
Le miró con una profunda mirada,
y partió con lágrimas y con desconsuelos,
y habló al Dios eterno con su corazón.
El viento del bosque llevó su oración,
que era: Padre nuestro, que estás en los cielos...

autógrafo



Yelba Clarisa Berrios

León, Nicaragua
Tulane University
Las acibaradas mieles de la vida, no tratan de colonizar nuestros labios para provocar en nosotros sentimientos de: desolación, tribulación, derrota y/o desdicha. Hay situaciones que se nos presentan como fantasmas macrosómicamente tenebrosos, mares con corrientes innavegables, donde se nos amputan los brazos acerados de la voluntad para el braceo del tramo de mar más abísmico. Otras veces, nos aterra el cumulonímbico rostro del cielo navajeado de centellas, y nos sobrecoge el pavoroso temblor de la cotidiana muerte, la inconsulta agonía, la hiperventilación, el incontinente pálpito y la helazón de manos. Tan solo un minuto antes de fenecer, reaccionamos denodados e intrépidos. Y se nos enarbolan el ánimo, la encorvada osamenta y el coraje para realizar proezas aunque nuestro único armisticio sea la invencibilidad de una sonrisa o la potencia de un abandono total, con la desnudez impertérrita de la fe en la victoria. La negreza en su más innombrable oscurana, siempre abre paso a la médula del sol. Entonces, podemos elegir permitirnos amanecer a mediodía y soltar grilletes y cadenas para correr hacia las postrimerías de una esclarecida y escampada libertad.
 MATISSE

Cuando pensé que los esquejes serían osamentas
dormidas en la tierra
y leería mis diarios desde los facistoles vetustos
abrupta y maravillosamente
surgieron raíces siderales
con savia de esmeraldas líquidas.
Y florecieron de piedras toditos los desiertos alborozados
me coronaron de ágata y carbuncio
de granate y zafiro de topacio y esmeralda
de perla malaquita diamante y calcedonia.
Me calzó la misma tienda de estacar extendido
la nunca más beduidinad en lo que resta
fue mi cetro
y no fui ya más soledosa
y rugieron en mi pecho martilleos grandiosos
sacudiendo los cabellos de mis campanas.
Y arribaron todos los besos demorados de la historia
y la orfandad de mi lengua encontró asilo
en las gloriosas cuerdas de tu garganta.
Y la mirra y el incienso y el eucalipto
rugieron humazales desde los incensarios en fiesta
las grietas de las losas se humidificaron
del aceite como de santa unción
sabotearon la una vez nunca más mezquindad del sino.
Tras bambalinas siempre hay espíritus nobilísimos
sacaron sus ardagas para repeler lanzas
otrora manchadas de mis marejadas arteriales
vinieron en mi auxilio
mi alma ya supurada de agonías
fue insuflada de gozo.
Y fueron mías en los cuencos de mis manos
la música y toda la oceanidad del mundo
y me vestí de sayo bordado de luceros.
Y hoy Amor es el nunca más silencio
de todos los azules mar y cielo
nos salpican agujas de luz
es el cigoto del alba que se gesta en la matriz
de nuestro regenerado sol.
LOS VERBOS INFINITIVOS
Inusitados albores alcanzan a los calabozos esenciales de la noche, se enfrentan a ellos con un hato de leña, como si quisiésemos enfrentar un cuantísimo invierno.
No importa si debajo de los párpados escondemos descansos, siempre hay un tango amarrado a los tobillos. Nos enciende una emburbujada vida rocambolesca, lista a descurtir tímpanos y esqueletos; a desempolvar las sombras las calaveras creadas por nosotros mismos, como si yaciésemos muertos caminando vivos.
¡Ay del galope feroz de las horas!
¡Ay del miedo al terror y a los olvidos!
Para eso tenemos los clarines y los saxos, soplados por los labios-picos de pájaros; sambas, rumbas, mambos bailados por árboles exhibiendo sus faldas de colorines multirraciales, entre flores y frutos que, impregnan la piel del pálpito vital.
Amanecemos claveteados a un tablao: el más flamenquísimo del mundo. Sin saberlo taconeamos maderas; corriendo, agitándonos, muriéndonos. No se vale ese nunca movimiento por el temor impuesto.
Después de un día bailao con la muerte, palpitando en el corazón del existiendo, ignaros y omnímodos todos, somos los mismos novillos cansados, nutridos por la oscurana y su abrevadero.
Despertar, nacer, morir, respirar, copular, escribir y todos los verbos infinitivos del mundo; es trabajo de todos. Se escucha el corifeo que dirige y canta de nuestro tiempo la danza. Es la carroña de las horas de cada día vivido.
Las agujas relojeras, son expertas antropófagas y hematófagas; nos descuentan carne, osamenta, sangre, fríos, días. La noche es una especie de tope de bordillos y andenes. Y la luna, la miel endulzante, que demuele los paladares y las lenguas ocultas en los ojos. Apenas si sabemos del puñado de gritos eyaculados de sueños, en rotunda ausencia, conducentes a los confines misteriosos del ser.

Julio Valle Castillo

Max L. Lacayo

Lourdes Chamorro César

Carlos Martínez Rivas

Poeta nicaragüense, nacido en Puerto de Ocoz (Guatemala) el 12 de octubre de 1924 (donde sus padres, de familia acomodada, estaban de viaje).

Desde muy temprana edad se reveló como gran poeta: a los dieciséis años ganó un concurso nacional con una poesía novedosa y original, que a muchos pareció muy semejante a la de Rubén Darío.

A los dieciocho, estando aún estudiando bachillerato en el Colegio Centro-América (de los jesuitas) en Granada (Nicaragua), escribió su extenso poema El paraíso recobrado (publicado por los «Cuadernos del Taller San Lucas» en 1944) que ha sido considerado uno de los eventos importantes en la historia de la poesía nicaragüense y que ha influido mucho.

Después de su bachillerato residió varios años en Madrid, donde prosiguió sus estudios (asistió en junio y julio de 1946, como invitado y «estudiante de Filosofía y Letras y Periodismo», al XIX Congreso Mundial de Pax Romana, celebrado en Salamanca y El Escorial). Dicen sus biógrafos que en España se aficionó al alcohol y a la noche.

En 1947 publicó en la revista Alférez, en la que coincidió con los también nicaragüenses Julio Ycaza Tigerino y Pablo Antonio Cuadra, dos artículos: «Nuestra juventud» y «A propósito de un premio de poesía» (José Hierro, Alegría, Premio Adonáis de Poesía 1947).

En 1953 publicó en México su libro de poemas más importante: La insurrección solitaria (reeditada en 1973 y 1982), resistiéndose a partir de este momento prácticamente a seguir publicando.

Trabajó para el servicio diplomático de Nicaragua, y vivió en París, Los Angeles, de nuevo en Madrid (hasta los primeros años setenta), San José de Costa Rica y desde el triunfo sandinista de nuevo en Managua.

En 1985 ganó el premio «Rubén Darío». Tuvo a su cargo una «cátedra» en la Universidad Nacional Autónoma, recinto de Managua. Su poesía completa fue editada en 1997 en Madrid, con un prólogo de Luis Antonio de Villena, donde se presenta a Martínez Rivas cultísimo, noctámbulo y a menudo ebrio.

Poeta de obra breve, Martínez Rivas publica El paraíso recobrado, en 1943, y La insurrección solitaria, diez años más tarde. En 1994 la editorial Vuelta reúne estos dos trabajos e incluye una tercera parte con la obra inédita, realizada en las últimas cuatro décadas.

El paraíso recobrado -poema en tres escalas y un prólogo-, traza un viaje místico-érótico a partir del recuerdo de la mujer amada. Martinez Rivas atenúa la escala trascendente del texto a partir de ese "prólogo" explicativo, pedestre y que reduce el poema al rubro de "canción" para ser cantada a los amigos:
"Y, entonces, yo
al no hallar que hacer con mi amor
hice de él una canción."

De esa actitud coloquial, de ese sentido trovadoresco, terrenal, parte el poeta. Parte de un hecho histórico y geográficamente definido: "Era entonces en San José de Costa Rica..." para, poco a poco, pasar de la gravedad material, de lo pesado, de lo denso, de la red cronológica que el tiempo teje, a la ingravidez aérea e intemporal del canto:
Prepárate.
Iguala tu reloj de pulsera con el reloj del aire.
(...)
Prepárate para el salto.
Y que el aire sea con nosotros.
Listos.
A la una...
a las dos...
y a las...
tres!

El aire es la materia poética que rige las dos siguientes "escalas" de El paraíso recobrado. Una vez realizado el desprendimiento, el compartido salto hacia el amor, el aire deviene único camino, ruta espiritual, peldaños por donde los amantes ascienden hacia la eternidad.

El aire -que es comparado por san Juan de la Cruz con el Espíritu Santo- es también el lugar de la alquimia espiritual, de la definitiva transubstanciación del ser:
Porque, en verdad, la carne se hizo aire.Y el aire se hizo carne y habitó entre nosotros.(...)Ahora todo está en tiY tú tan sola, ya aire ante el aire.(...)Y oye qué nueva trinidad tan pura:tú, yo y el aire. Y los tres somos uno.

El cristianismo de Martínez Rivas -a diferencia, por ejemplo, del de Vallejo- enfatiza el costado dichoso de la fe y el amor y de la voluntariosa deconstrucción del ser histórico; desdeña, sin embargo, lo culpígeno, lo condenatorio del "Parirás con dolor" y las amargas lágrimas del Exilio.

Se trata, después de todo, de una "canción", de un trovar entre amigos para recrear y celebrar ese amor -ese paraíso- perdido para siempre.

Pero, "mientras retornan/ esos tiempos que el hombre ya ha conocido antes" -como dice Martínez Rivas en el primer poema de La insurrección solitaria-, mientras transcurre este hoy donde "el Espíritu Santo ya no es pan común" y se afirma la desemejanza en el mundo y los nombres propios desdibujan la gran Unidad de lo creado.

Un giro sustancial se produce con respecto a la obra anterior. Martínez Rivas abandona el aire redentor, el aire que era escala hacia la trascendencia y ahora habla desde la sucesión fatigosa de los días.

Desde ese enclave demasiado humano, desde esa solidez -que también es sordidez- donde el lenguaje se evidencia como materia y se problematiza. Ciertos rechinidos vallejianos y ciertas dificultades se presentan en un contexto desangelado y carente de calor -"sin el menor rastro de fuego."

Por otra parte, Martínez Rivas se niega a ser partícipe de la comedia del arte, de la histriónica gesticulación operática que la cultura exige, y el poeta se mofa de ese prójimo:
Sí. Ya sé.Ya sé yo que lo que os gustaría es una Obra Maestra.Pero no la tendréis.De mí no la tendréis.

Apuesta por la "pululante línea de la imperfección y el anonimato", por el reposo inseguro y por lo "peligrosamente sesgado como doncella". En su poesía impera, por momentos, la ironía, que es la manifestación del desencanto, del distanciamiento y de una desapasionada lucidez.

No toda su obra mantiene el mismo valor, la misma carga de intensidad poética -para este lector, El paraíso recobrado sigue siendo su mayor legado- y se imponen cambios frecuentes de estilos y de tonos a lo largo de su segundo trabajo y de Varia -los poemas recopilados posteriormente.

Unos meses antes de morir, aislado y enfrentado con su familia, que nunca lo asistió en sus días de bohemia ni en las sucesivas enfermedades que lo aquejaron, nombró al Gobierno de la República de Nicaragua albacea de sus papeles literarios, y pidió ser enterrado en Granada (Nicaragua).

Su fallecimiento en Managua, el 16 de junio de 1998, a los 74 años, supuso una gran conmoción en Nicaragua, donde se le considera como uno de sus personajes más ilustres.

Murió acompañado de sus gatos y rodeado de una electiva soledad. Dejó más de dos mil poemas inéditos. Hay que esperar la oportuna publicación para cerrar el círculo de una obra que ya tiene ganado su lugar en la poesía en nuestra lengua, o abrir dicho círculo a meandros creativos no considerados aún por la crítica.

Francisco Pérez Estrada

Danilo Torres Rodríguez

Erick Aguirre Aragón

Alfonso Cortés

Almas sucías
Abro para el silencio la inercia de la fluida
distancia, que no vemos, entre una y otra vida
y tras la cual las cosas que miramos, observan...
Yo elevaré las vastas esencias que conservan
su secreto de sueños dentro del pecho enorme,
que dentro de mí tienen una idea conforme,
y uniré los detalles de forma, luz y acento
que unifica la pálida lejanía del viento;
porque bajo, entre y sobre los cielos, la distancia
de que os hablo es la Idea que pone la fragancia
de unidas relaciones sutiles, como losas.
¡Un silencio, una inercia del alma de las cosas!
Ángelus
El cruel ángelus inconsciente,
levántase entre el ataúd
de lo infinito, en el poniente
de una epicúrea lasitud;
y en los tejados de las almas
mayan los ruidos de la tierra,
y, en la locura de sus calmas,
la Hora, triste de espacios, yerra.
Y, fatigados, los reflejos
que, con las nubes, huyen, huyen,
el uno al otro, tantos viejos
sueños solares, se destruyen,
danzando sobre la aburrida
fluidez del cielo, que se acedia,
y el compás tiene su medida
en el muerto tiempo que media
entre un reflejo que se hunde
y otro reflejo que aparece,
cuya inconciencia se confunde
en el deleite que adormece
los correspondientes olvidos
de Fuegos, de Almas y de Vientos
que halagan todos los sentidos
y ruedan en los pensamientos
de Dios, en tanto que las almas
mayan los ruidos de la tierra,
y, en la locura de sus calmas,
la Hora, triste de espacio, yerra..
Cuadro
El pajarito, cuyas alas eran caricias,
que tiraba el carrito del divino Flechero
y que me trajo a diario manojos de delicias
que dejaba a mi cuarto, ha vuelto ahora, pero
fatigado ha caído junto a mí; alcé los ojos
y vi sus alas rotas, el pecho desplumado,
y en el carrito, dulces y muertos, los despojos
del niño, y el cadáver de una serpiente al lado..
[n el sendero
Cuando el rebaño va en la senda,
mueve una música trivial
de piedrecitas, en la tienda
que le hacen los ramajes, y, al
son de esa música, se empina
el alma en los claros floridos
de la esperanza, y la divina
fiesta de mis cinco sentidos
se junta a ti, bajo las ansias
del viento; voluble cáliz
danzando sobre las fragancias
tristes de la carne feliz.
Vuelve hacia mi tu rostro, para
que pueda ver desalterado
mi perro (cual si meditara
con las orejas) a mi lado.
— 42 —
¡Y dame pláticas sabrosas
mientras que de pensar no dejes
que sea nueva el alma de las cosas,
mientras las cosas ya están viejas!
Desde La ordia
El sol enreda sus cabellos en los tilos
del parque, y los enfría en el agua de la taza
en que se ven soñar los viejos peristilos
de cobre; entre las ramas, rápidamente, pasa
un pájaro, y se acerca desde la torre una hora;
desde la orilla verde un cisne a la Onda baja,
y, viniendo a pedirnos pan, en su blanca prora
los ensueños del agua, con el pico, se encaja.

Yolanda Blanco


Iniciación
Y me dio esta oración
para decirla tan sólo
a las horas de la sangre:
Aprendo del menstruo
Forjo mi contigüidad con la luna
De la ubicua tierra
arranco mi fuerza
Sé que mes a mes hay un hijo que me sueña.

El silencioVení, lluvia, venite
dejate venir hasta cansarte
correte por estos lados
después más para allá
date gusto, agüita,
son todos tuyos los campos
sólo por vos
esperan abiertos los surcos.

Vida luz Meneses

Tomás Borge

Silvio Sirias

Salomón de la Selva

Rudiyard Bonilla

Rosario Murillo


POEMA:
Hombre, de qué nos sirven las noches
Hombre, de qué nos sirven las noches
si hemos abandonado el amor
solo a su propia suerte
mudo y arrinconado como una anciana guitarra
que dejó de cantar.
Para qué sirve la brisa, este amarillo que encendimos
los barquitos de papel sobre el estanque del parque
los chingorros brillantes que dejamos
sobre la misma pared donde claváramos, ilusionados, los sueños.
De qué nos sirve este montón de esperanza entre las manos
a qué jugar con gotas de rocío que nos empapen el cuerpo
con tardes que nos enciendan el pelo
a qué, si hemos perdido la tierra
y la batalla.

LAS DIFICULTADES DE UN POETA
QUE ENTRE ESCRITORIOS, MÁQUINAS
Y OTRAS INCONTABLES COSAS
GARABATEA POEMAS
Y LOS VUELVE A GARABATEAR


Quería escribirte un poema
de aquellos nuestros con palabras mezcladas
fresco como la grama del patio
repleto como la tinaja debajo del alero
quería escribirte este poema que te estoy diciendo
pero ya ves que no pude
tuve que agotar mis dedos interminablemente
hacer montones de sobres
doblar papeles cerrar los sobres sellarlos
tuve que alzar el teléfono y responder melodiosa
no, no está, no ha venido
sí, como nó, pase usted
tuve que hacerme sonrisa en cuatro dientes
contestar las preguntas
meterme y salirme de vos miles de veces
pero aunque así,
entrecortado apretujado malhumorado y todo
aún así te parí en esta tarde
con cuatrocientos cincuenta sobres con nombre y dirección
y una fila de incansable preguntones
sobándose la barriga complacidamente. 


Yo la mujer de barro

"Se estremecieron las espesuras y las sombras'
Yo la mujer de barro
hecha y guardada por los siglos y siglos
surgida del mismo tiempo
con una costilla de más, me dice Adán
y una semilla de nancite para Eva
yo la mujer de barro
con un grito de triunfo me persigno
por la señal de mis piernas
Por la santa cruz de mis caderas
Con el clamor de mi ombligo que se ahueca
y exclama araña tus ojos
Soy la furia del tiempo sin cabeza
Como una cara sin rostro
o un final de amores sin espejos.
Viva vivo y he vivido en el barro
a través de los ríos y las estaciones
y las capas geológicas y las erupciones
y los sinfines de culturas que no acaban
y las que apenas principian
en medio de todo el ruido
Yo, mujer, cargo la furia de amamantarte y amarte
hombre de barro, mi esclavo y mi señor
yo tu señora y tu esclava
mujer arcaica o clásica o moderna
siempre orgullosa de mi hoguera temblando
en el centro de Venus mi temblor.
Mujer de barro yo, descabezada
guardo y dibujo fertilidad de luceros
descabellada, quebrada y recocida
de mi amor inicial sembré los frutos
sigo sembrando y pariendo
y recogiendo y regando
en este comal de silencios
aquí volteada a la izquierda
con la piel siempre inmensa
sumergida en el canto de barro, carne y caminos
sólo me asusto de las cosas que no entiendo
como la cibernética
o el átomo envuelto
o mis hijos con la rodilla en el suelo
sólo y de nada me asusto
me persigno. 

Rodrigo Peñalba Franco

Nació en Managua, Nicaragua. Narrador, autor del libro de cuentos "Holanda" (Managua, 2006), participó también en el libro colectivo "Gritos de primeras voces" (Managua, 2001), es autor de “Ernesto Montalba y otras dudas”.
Egresado de la Universidad Centroamericana, en Managua, Nicaragua donde se graduó de Licenciado en Administración de Empresas. Editor y director del portal de noticias culturales
MarcaAcme, referencia indispensable sobre la literatura y el arte contemporáneos, principalmente de Nicaragua, pero también de Centroamérica en general.

Fue desde el año 2000 y hasta mediados de 2003 fue miembro activo Consejo Editorial de la Revista Literatosis, con la cual también colaboró en la producción narrativa.

Ha publicado en El Nuevo Diario artículos de opinión, La Prensa Literaria, El Nuevo Amanecer Cultural, Las Palabras Sobran y Gritos de nuevas voces.

La Asociación CAMINO publicó uno de sus cuentos, “El lagarto”, en la edición colectiva “Grito de Nuevas Voces-primera entrega”.

Lector incansable de James Joyce, Levi-Strauss, Rafael Alberti, Jacques Derrida y Noam Chomsky.

Perteneció al Círculo de Lectores de su universidad Destacado promotor y participante de recitales poéticos y lecturas de cuentos en diversos puntos del país como León, Granada, Masaya y Managua. Tiene en su haber varios cuentos inéditos.

Ricardo Pasos Marciaq

Escritor nicaragüense, cursó estudios de agronomía en Honduras (Zamorano), Humanidades en la Universidad Centroamericana (UCA) de Managua (Lic. En Artes y Letras) y doctorado en Filosofía en la Universidad de Lovaina, Bélgica. Fue rector de la Universidad Autónoma de Nicaragua (UNAN) y embajador ante los países nórdicos por 5 años. Ha residido en Europa por 12 años, en diferentes ocasiones.

Catedrático durante los últimos 36 años de su vida, de filosofía y estética en las diferentes universidades del país.
Obras Publicadas.De la mujer, la belleza y el arte (Prosemas), 1992
Nicarao Calli Teote Gueguense ( Prosemas históricos), 1993.
El burdel de las pedrarias (Novela histórica), 1995
Las semillas de la luna (Cuentos históricos), 1996
Raphaela. Una danza en la colina, y nada mas... (Novela histórica), 1997
María Manuela Piel de Luna (Novela histórica), 1999
Julia y los Recuerdos del Silencio (Novela histórica), 2001

Pablo Antonio Cuadra

Omar Cabezas

Milagros Terán

Michelle Najils

Mercedes Gordillo

Mariana Samson Arguello

María Teresa Sánchez

Gonzalo Rivas Novoa

Luis Alberto Cabrales

Leyla Torres

Jesús Miguel Blandón

Isolda Rodríguez Rosales

AMOR, SÓLO AMOR
Aquel ángel traía en sí amor primigenio
intocado, intacto, inconmovible…
de sus alas se desprendían gotas de ternura líquida
al caer se cristalizaban en luces diamantinas.
Era tímido, callado, luminoso, esplendente,
afuera los cielos se abrían en portales acuosos
Y él, disimulaba, sólo reía.
Arrancó una pluma pequeña de sus alas
y escribió con ella los signos de la vida.
Mi trabajo fue desentrañar su significado,
¿Qué mensaje críptico traía oculto en sus alas de luz?
Han pasado los años, incontables horas pensantes
aún no logro descifrar todo el mensaje del ángel,
únicamente una pequeña parte de su escrito jeroglífico:
lo más importante es el amor … sólo el amor…
MÁS DEL ÁNGEL
Te soñé innumerables veces, en momentos angustiados,
cuando la luz abandonó mi mundo y transitaba
por desiertos interminables, alimentándome de sueños,
viviendo en silencios y oquedades infinitas,
entonces, clamé por vos, por tu presencia a mi lado,
alas protectoras cubriéndome, acunándome,
tus manos puras secando mis lágrimas inagotables,
tu rostro luminoso, radiante, llenando de luz mi sendero.
Entonces, apareciste, de la nada, enviado de Dios,
profetaniño, ángel sin tiempo, de todos los tiempos.
Era Dios hablándome al oído, susurrándome su amor.
Así lo supe aquella tarde, cuando me hirió con su espada
de luz, corazón partido, cual Teresa, la de Ávila.
¡Así comprendí que eras él que yo esperaba!
ÚLTIMO DEL ÁNGEL
Todos los ángeles perdieron la vida.
Menos uno, herido, alicortado.
                                                                          Rafael Alberti
Amé infinitamente el ángel dorado,
lavé sus alas con mis lágrimas,
las besé fervorosa y sutil,
finalmente, le puse en altar angélico,
vencedor de huestes maléficas.
Aquella mañana me habló,
como susurros contó historias turbulentas, inusitadas,
escuché estupefacta y asustada,
callé y lloré en silencio.
Alberti habló de ángeles
turbulentos, cenicientos, ángel de carbón,
ángeles tontos, oscuros,
lejos de los derrumbos del cielo.
Vi que sus alas se hacían pedazos y las recogí entre llantos convulsos.
Esa noche, hablé con Dios
prometí no amar a nadie más,
Derribé el altar, tiré el incienso:
pero el amor salía a borbotones por el mundo,
amando, amando, amando a todos.
Entonces, sin altar, reparé sus alas rotas,
enderecé su aura coronaria
y lo seguí amando, a pesar de todo…
EL INNOMBRABLE
Se niegan a salir, abandonar mi cálamo celeste,
cómo olvidarlos, si están a mi lado desde el inicio de los tiempos.
He sucumbido a su encanto, a sus rumorosos pasos en mi vida,
me abruman con arpegios incomprensibles
repiten a mi oído la canción de las esferas…
ciéganme con sus luces multicolores y destellos diversos.
Me han derrotado, he caído por amor,
abatida, rendida a su candor soy vulnerable.
Y hoy estoy aquí, de nuevo,
cantando himnos de gloria
alabando todo lo bueno y limpio de la vida,
la luz, oscuridad.
Porque todo es Su Creación,
¡El más perfecto, el más amado, el innombrable!

Irma Prego

Guillermo Callejas

Gioconda Belli

Uno no Escoge
Uno no escoge el país donde nace;
pero ama el país donde ha nacido.

Uno no escoge el tiempo para venir al mundo;
pero debe dejar huella de su tiempo.

Nadie puede evadir su responsabilidad.

Nadie puede taparse los ojos, los oidos,
enmudecer y cortarse las manos.

Todos tenemos un deber de amor que cumplir,.
una historia que nacer
una meta que alcanzar.

No escogimos el momento para venir al mundo:
Ahora podemos hacer el mundo
en que nacerá y crecerá
la semilla que trajimos con nosotros.

Como Gata Boca Arriba 
Te quiero como gata boca arriba,
panza arriba te quiero,
maullando a través de tu mirada,
de este amor-jaula
violento,
lleno de zarpazos
como una noche de luna
y dos gatos enamorados
discutiendo su amor en los tejados,
amándose a gritos y llantos,
a maldiciones, lagrimas y sonrisas
(de esas que hacen temblar el cuerpo de alegría)

Te quiero como gata panza arriba
y me defiendo de huir,
de dejar esta pelea
de callejones y noches sin hablarnos,
este amor que me marea,
que me llena de polen,
de fertilidad
y me anda en el día por la espalda
haciéndome cosquillas.

No me voy, no quiero irme, dejarte,
te busco agazapada
ronroneando,
te busco saliendo detrás del sofá,
brincando sobre tu cama,
pasándote la cola por los ojos,
te busco desperezándome en la alfombra,
poniéndome los anteojos para leer
libros de educación del hogar
y no andar chiflada y saber manejar la casa,
poner la comida,
asear los cuartos,
amarte sin polvo y sin desorden,
amarte organizadamente,
poniéndole orden a este alboroto
de revolución y trabajo y amor
a tiempo y destiempo,
de noche, de madrugada,
en el baño,
riéndonos como gatos mansos,
lamiéndonos la cara como gatos viejos y cansados
a los pies del sofá de leer el periódico.

Te quiero como gata agradecida,
gorda de estar mimada,
te quiero como gata flaca
perseguida y llorona,
te quiero como gata, mi amor,
como gata, Gioconda,
como mujer,
te quiero.
Y Dios me Hizo Mujer
Y Dios me hizo mujer,
de pelo largo,
ojos,
nariz y boca de mujer.
Con curvas
y pliegues
y suaves hondonadas
y me cavó por dentro,
me hizo un taller de seres humanos.
Tejió delicadamente mis nervios
y balanceó con cuidado
el número de mis hormonas.
Compuso mi sangre
y me inyectó con ella
para que irrigara
todo mi cuerpo;
nacieron así las ideas,
los sueños,
el instinto.
Todo lo que creó suavemente
a martillazos de soplidos
y taladrazos de amor,
las mil y una cosas que me hacen mujer todos los días
por las que me levanto orgullosa
todas las mañanas
y bendigo mi sexo.
En la Doliente Soledad del Domingo 

Aquí estoy,
desnuda,
sobre las sabanas solitarias
de esta cama donde te deseo.

Veo mi cuerpo,
liso y rosado en el espejo,
mi cuerpo
que fue ávido territorio de tus besos,
este cuerpo lleno de recuerdos
de tu desbordada pasión
sobre el que peleaste sudorosas batallas
en largas noches de quejidos y risas
y ruidos de mis cuevas interiores.

Veo mis pechos
que acomodabas sonriendo
en la palma de tu mano,
que apretabas como pájaros pequeños
en tus jaulas de cinco barrotes,
mientras una flor se me encendía
y paraba su dura corola
contra tu carne dulce.

Veo mis piernas,
largas y lentas conocedoras de tus caricias,
que giraban rápidas y nerviosas sobre sus goznes
para abrirte el sendero de la perdición
hacia m mismo centro
y la suave vegetación del monte
donde urdiste sordos combates
coronados de gozo,
anunciados por descargas de fusilerías
y truenos primitivos.

Me veo y no me estoy viendo,
es un espejo de vos el que se extiende doliente
sobre esta soledad de domingo,
un espejo rosado,
un molde hueco buscando su otro hemisferio.

Llueve copiosamente
sobre mi cara
y solo pienso en tu lejano amor
mientras cobijo
con todas mis fuerzas,
la esperanza.

Fernando Silva

Ernesto Cardenal

Ileana: la Galaxia de Andrómeda...
Ileana: la Galaxia de Andrómeda,
a 700.000 años luz,
que se puede mirar a simple vista en una noche clara,
está más cerca que tú.
Otros ojos solitarios estarán mirándome desde Andrómeda
en la noche de ellos. Yo a ti no te veo.
Ileana: la distancia es tiempo, y el tiempo vuela.
A 200 millones de millas por hora el universo
se está expandiendo hacia la Nada.
Y tú estás lejos de mí como a millones de años.
Escucha mis palabras oh Señor (Salmo 5)
Escucha mis palabras oh Señor
                                                            Oye mis gemidos
Escucha mi protesta
Porque no eres tú un Dios amigo de los dictadores
ni partidario de su política
ni te influencia la propaganda
ni estás en sociedad con el gángster.
No existe sinceridad en sus discursos
ni en sus declaraciones de prensa
Hablan de paz en sus discursos
mientras aumentan su producción de guerra
Hablan de paz en las Conferencias de Paz
y en secreto se preparan para la guerra
                              Sus radios mentirosos rugen toda la noche
Sus escritorios están llenos de planes criminales
                                                                      y expedientes siniestros
Pero tú me salvarás de sus planes
Hablan con la boca de las ametralladoras
sus lenguas relucientes
                                            son las bayonetas...
Castígalos oh Dios
                                    malogra su política
confunde sus memorándums
                                                      impide sus programas
A la hora de la Sirena de Alarma
tú estarás conmigo
tú serás mi refugio el día de la Bomba
Al que no cree en la mentira de sus anuncios comerciales
ni en sus campañas publicitarias, ni en sus campañas políticas
                                                                      tú lo bendices
lo rodeas con tu amor
                                        como con tanques blindados.
Ernesto Cardenal
De estos cines, Claudia...
De estos cines, Claudia, de estas fiestas,
de estas carreras de caballos,
no quedará nada para la posteridad
sino los versos de Ernesto Cardenal para Claudia
(si acaso)
y el nombre de Claudia que yo puse en esos versos
y los de mis rivales, si es que yo decido rescatarlos
del olvido, y los incluyo también en mis
versos
para ridiculizarlos.
Desdoblamiento
Vamos a dividirnos
nos repartiremos como hojas de cuadernos
y nos reproduciremos como vegetales.
Nos miraremos desde afuera
desprendiendo un fuerte olor
a nosotros mismos.
Y hasta que cumplamos nuestro tiempo
estaremos merodeando frente a frente
si dirección ni protocolo.
Y finalmente
Vamos a darnos vuelta
el pellejo y las ideas
e incluso
transmitiremos desde lejos
nuestras expertas y duplicadas referencias.
El que tenga oídos que entienda.
Detrás del monasterio
Detrás del monasterio, junto al camino,
existe un cementerio de cosas gastadas,
en donde yacen el hierro sarroso, pedazos
de loza, tubos quebrados, alambres retorcidos,
cajetillas de cigarrillos vacías, aserrín
y cinc, plástico envejecido, llantas rotas,
esperando como nosotros la resurrección.